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Según los académicos de la lengua, una utopía no es algo imposible, sino simplemente “de muy difícil realización”. Tal vez por eso, las utopías han sido, son y seguirán siendo grandes motores de la humanidad, que desde siempre ha puesto todo su empeño en perseguir algunos sueños que lamentablemente no son utopías, porque son irrevocablemente imposibles. Pero eso nunca ha detenido a los visionarios. Así, la alquimia, el movimiento perpetuo o la energía libre han llenado horas y horas de estudio de científicos que veían en esos sueños un beneficio claro y tarde o temprano alcanzable.
Bueno, tal vez lo anterior no sea del todo cierto y sí haya motivos para seguir en el empeño, porque resulta que en su versión más clásica, esa que dice que el objetivo es conseguir oro a partir de metales sin valor, la alquimia es real… aunque demasiado cara. En declaraciones de Kazem Kashefi, profesor auxiliar de Genética Molecular y Microbiología en la Universidad de Michigan, hace ya tiempo que su departamento consiguió crear oro a partir de metales sin valor. Como suena. Y no es nada excesivamente nuevo, porque tiempo antes otro profesor, el australiano Frank Reith, señaló que el camino a seguir era el empleo de algunas bacterias. Dicho y hecho: en sus sótanos, la Universidad de Michigan logró sintetizar oro de 24 quilates a partir de cloruro de oro tóxico, alimentándolo con la bacteria Cupriavidus metallidurans. Después de una semana, la bacteria logró crear pepitas de oro de las toxinas digeridas. “Lo que hacemos es conocido como alquimia microbiana o neoalquimia, creando oro a partir de un metal sin ningún valor económico”, afirmó Kashefi. Pero nada más, porque repetir ese proceso a gran escala sería muchísimo más caro que el valor del oro que se pudiera conseguir. Así que ese sueño llega hasta ahí, pero nos demuestra que la ciencia puede revisar cosas que creíamos imposibles y darnos unas cuantas sorpresas.
Repetir ese proceso de crear oro a partir de un metal sin valor económico a gran escala sería muchísimo más caro que el valor del oro que se pudiera conseguir.
Avances científicos
La ciencia, por ejemplo, nos dice que no hay ningún motivo aparente que nos impida viajar en el tiempo o que éste suceda simultáneamente. Pero lo que es posible en una ecuación matemática no siempre responde a la realidad física. Y lo que digan los sabios no siempre va a ser tenido en cuenta. Eso lo comprobamos en otro de los sueños recurrentes de la humanidad: el movimiento perpetuo. El gran Leonardo da Vinci hizo estudios al respecto, mucho más rigurosos de lo que era costumbre en su época, desarrollando bosquejos, gráficos y maquetas para estudiar qué había de verdad en esa posibilidad. Sus diseños se centraban en la idea de una rueda con bolas como contrapesos, montada sobre un eje que permitía que girase. El peso de los cojinetes de bolas dentro de la máquina siempre desplazaría el centro de gravedad de la rueda, generando así una rotación continua. Da Vinci mejoró en cuatro ocasiones su diseño inicial, pero todo su trabajo le llevó a concluir que simplemente no se podía conseguir una máquina de movimiento perpetuo. Sin embargo, que se pronunciara en ese sentido no hizo que el ser humano dejase de buscar lo que parece imposible. Desde el siglo VIII, que vio la rueda mágica de Bavaria, hasta nuestros días, en los que proliferan los vídeos de artefactos que supuestamente se mueven sin fin, son innumerables los intentos fallidos y los nombres asociados a ellos: Villard de Honnecourt y su rueda, Johann Bessler y sus móviles, Peter de Maricourt y su globo y un larguísimo etcétera.
Energía libre
Hay asociaciones inevitables: pensar en el movimiento perpetuo lleva a valorar la posibilidad de la energía libre, porque si se acepta la idea teórica del movimiento continuo, obtener energía de él es el paso más inmediato. Por ejemplo, Nikola Tesla, a quien indudablemente debemos inventos determinantes para nuestra calidad de vida, grandes avances en el campo energético que no se limitan a la corriente alterna, siempre consideró real la posibilidad de obtener esa energía de, por ejemplo, el campo magnético de la Tierra. Tesla se fue volviendo más y más excéntrico con los años, con lo que fue perdiendo credibilidad, pero muchos de sus proyectos están siendo revisados hoy en día bajo una nueva luz y se está abriendo la puerta de la viabilidad de algunos de ellos. Bien, pues en la cima de su carrera, con 44 años, escribió que había encontrado “la posibilidad de un motor o máquina que actúe por su propia cuenta; inanimado, pero aun así capaz de, como un ser vivo, derivar energía del medio: la manera ideal de obtener potencia motriz”. Es cierto que nunca produjo tal motor y que su enunciado parecería ir en contra de la segunda ley de la termodinámica, pero no sería ninguna novedad encontrar que un enunciado teórico de este inventor resulta ser correcto y realizable a pesar de contar con serias reticencias entre el colectivo científico.
Eficiencia
Los teóricos de estas máquinas hablan de sobreunidad en la producción de energía, con lo que se refieren a lograr una tasa de producción de energía mayor que la tasa de energía que se consume. Y conseguir que lo que ya se tiene sea eficiente además de eficaz es uno de los valores de CaixaBank.
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