Entre dos océanos

Conducir de costa a costa

Durante 30 años, hubo un apasionante proyecto olvidado en los cajones de la administración peruana: completar una ruta que uniera el Pacífico y el Atlántico, desde Lima hasta Río de Janeiro. Era algo que tanto Brasil como Perú tenían acordado para que ambos países obtuvieran salidas al mar en el otro extremo del continente, pero la inestabilidad política lo aplazó durante décadas. Hoy ya puedes conducir de costa a costa, atravesando parajes inolvidables en una aventura de más de 6.000 kilómetros para apasionados del volante y de un turismo diferente, sin prisas, por la Ruta Transoceánica.

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Tú marcas el ritmo

Tres décadas tardó el proyecto desde que se soñó por primera vez hasta que se inauguró. Diseñado dentro del plan IIRSA (Integración de la Infraestructura Regional Sudamericana), el primero en “cumplir” con su parte fue Brasil, que pavimentó la vía hasta la población de Cobija, desde la que se puede acceder tanto a Perú como a Bolivia. Pero la parte peruana tuvo que esperar el inicio de sus obras hasta 2005. De hecho, fue la construcción de un puente sobre el río Acre, límite internacional de Brasil con Perú que conectó la localidad fronteriza de Assis Brasil con la peruana Iñapari, lo que dio el pistoletazo de salida del tramo peruano. Finalmente, seis años después, la vía que une dos océanos quedó terminada.

Y toca conducir. Nosotros lo vamos a hacer desde Río de Janeiro a Lima, aunque las etapas y paradas que te sugerimos sirven igual si haces el viaje en dirección contraria. Dependiendo del tiempo que te tomes en cada ciudad para descansar, el trayecto puede durar entre seis días… y los que quieras, porque atravesar Sudamérica por esta ruta es apasionante. Vamos a conducir entre grandes urbes, pequeños municipios, extensos campos de cultivo, humedales, parajes rodeados de jungla y decenas de puentes. Es un viaje tan extenso que puedes elegir las paradas que quieras. Nosotros te proponemos cinco etapas intermedias, todas con interesantes actividades, entre Río y Lima: Sao Paulo, Campo Grande, Cuiabá, Porto Velho y Cuzco. Pero no olvides que se trata de disfrutar y que a veces la improvisación es la mejor compañera de aventuras.

Sao Paulo

La Costa Verde brasileña transcurre entre Río de Janeiro, nuestro punto de arranque, y Sao Paulo, nuestra primera parada. Al recorrerla en coche comprobarás por qué se llama así: además de ver la frondosa vegetación a un lado y el océano al otro, pasarás por pequeños tesoros escondidos que aún guardan la esencia del colonialismo portugués en su arquitectura, como Parati, cuyo nombre no engaña: es un rincón que parece pensado precisamente para ti, colorido, pintoresco, con una preciosa bahía y una famosa producción local de licores.

Pero nosotros vamos directamente a Sampa, sobrenombre brasileño de Sao Paulo, una de las ciudades más grandes del mundo, con más de 20 millones de habitantes en su área metropolitana, primer centro financiero y cultural del país. Y es el único sitio en el que te aconsejamos que de momento aparques el coche, porque sus atascos son legendarios. Esta primera etapa es la más corta de todo el viaje, pero es obligada. Si te interesa el arte, tienes dos citas imprescindibles: la Pinacoteca del Estado, con las pinturas clásicas de siglos pasados, y el Museo de Arte de Sao Paulo, con más de 10.000 metros cuadrados dedicados a dejarte boquiabierto con el arte propio de Brasil y del mundo entero.

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Pinacoteca del Estado.

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Museo de Arte.

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Parque de Ibirapuera.

Pero estamos en una gran ciudad y, si aún no la conoces, tenemos que avisarte de que resulta bastaste estresante. Así que la tercera recomendación es un lugar de relajación, el Parque de Ibirapuera, el verdadero pulmón de Sao Paulo. Además de relajarte, en él podrás visitar el Pabellón Japonés (aunque sorprenda, la colonia japonesa en Brasil es muy numerosa), el Obelisco de Sao Paulo (símbolo de la Revolución Constitucionalista de 1932), el Museo Afro Brasil (dentro del Palacio de las Naciones) o, entre otros, el Auditorio Ibirapuera (diseñado por el famoso arquitecto brasileño Oscar Niemeyer).

Antes de abandonar la ciudad, puedes decidirte por probar la comida local en restaurantes como el Mocoto (Avenida Nossa Senhora de Loreto, 1.100) o ver un espectáculo en alguna de las muchas salas de la ciudad, especialmente un concierto de samba, choro, forró o bossa nova, en el Bar Brahma and Brahminha (Avenida São João, 677). Y después toca descansar bien, porque nos espera una etapa larga hasta nuestra próxima parada.

Puente junto al Aeropuerto Internacional de Sao Paulo-Guarulhos.

Campo Grande

La capital del estado brasileño de Mato Grosso del Sur, junto a la Sierra de Maracayú, tiene denominación de zona neotropical, lo que abarca un paisaje de sabana más o menos cerrada y densa, y se asienta entre los ríos Paraná y Paraguay. Hemos hecho una etapa larga, tal vez la de más kilómetros en este viaje, así que lo que toca es cenar y dormir bien para prepararse, porque mañana nos espera una visita inolvidable.

Después de descansar, te recomendamos tomar un desvío hasta Corumbá, muy cerca de la frontera con Bolivia, para conocer el Pantanal, uno de los mayores humedales del mundo, tan grande como todo Ecuador, con una increíble biodiversidad de flora y fauna. De enero a mayo el agua cubre la zona casi por completo y se transforma en el hábitat ideal para numerosas especies, especialmente aves. Es tan grande que dentro de sus 340.000 kilómetros cuadrados hay varias ciudades además de Corumbá, donde podrás disfrutar de un crucero fluvial.

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Tour fluvial en Corumbá.

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Vista aérea del Pantanal.

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Un yaguareté (jaguar).

El Pantanal es el lugar ideal para hacer un safari fotográfico, así que prepara la cámara (y el repelente de mosquitos), porque allí te están esperando animales como el corumbatá, el pacú, el cascudo, el pintado, el dourado, el jaú y las pirañas (entre los peces); las capibaras, búfalos, jaguares y cágados (entre los mamíferos); los yacarés (caimanes), verdaderos reguladores de la fauna piscícola; o el tuiuiú, la cabeça-seca, el colhereiro y las garzas (entre las aves).

Tómate tu tiempo, porque es una visita única en la vida. Cuando estés listo, nos volvemos a Campo Grande para seguir con nuestra aventura.

Vista de Campo Grande desde el Parque de las Naciones Indígenas.

Cuiabá

Llegamos a la capital de Mato Grosso (que no debemos confundir con Mato Grosso del Sur, de donde venimos). Cuiabá tiene una gran riqueza cultural gracias a haber recibido varias influencias a lo largo de su historia y a un prolongado periodo en el que permaneció más o menos aislada, con lo que desarrolló una gastronomía, folclore y artesanía propios. El municipio está rodeado por tres grandes ecosistemas: el Amazonas, las sierras y el pantano. Con un clima muy caluroso, Cuiabá está al norte del Pantanal y es de hecho una puerta de entrada a la selva amazónica. Pero como ya hemos visitado el Pantanal entrando por el sur, aquí vamos a hacer vida de cowboy. Y es que estamos en algo parecido al far west norteamericano, y precisamente los rodeos son muy populares en esta zona. Prepara la silla de montar.

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Día del Cowboy en una fazenda de Poconé.

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Uno de los centros turísticos de Poconé.

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En el interior de Brasil, los rodeos son tan populares como el fútbol.

Después de descansar, tomamos un pequeño desvío hacia el sur de menos de una hora para llegar a Poconé y disfrutar de una jornada de rodeos. Brasil es un mundo en sí mismo, y aunque siempre lo relacionamos con el fútbol, en el interior del país los rodeos son igual de populares. De hecho, los jinetes brasileños triunfan en las competiciones norteamericanas desde hace años. Ver un rodeo es muy divertido y genera siempre gran expectación entre el público local. Además de asistir al espectáculo probando las carnes en salazón típicas de la zona, en muchas fazendas de Poconé puedes montar a caballo tranquilamente y, sólo si te atreves, hacer un simulacro de rodeo o intentar guiar el ganado. Es lo que allí llaman El Día del Cowboy, la mayor atracción turística de la zona y una excelente ocasión para compartir el entusiasmo que despiertan los caballos en esta región.

Dejamos atrás Cuiabá y su Iglesia de Nuestra Señora Auxiliadora.

Porto Velho

Capital del estado de Rondonia, Porto Velho se asienta en la margen derecha del río Madeira, uno de los principales afluentes del Amazonas, y es precisamente esta Ruta Transoceánica que estamos recorriendo la que le ha supuesto cierto renacer turístico, apuntalado en los muchos atractivos que ofrece, como el Museo de Rondonia (con espectaculares fósiles de animales prehistóricos y un repaso al legado indígena), la laguna Belmont, las playas de los Periquitos y Arena Blanca o la Cascada de Teotonio. Pero en nuestra aventura vamos a incluir también dos recomendaciones. La primera la hemos pasado de camino aquí: Cacoal, un pequeño municipio llamado así por la gran cantidad de plantaciones de cacao y café autóctonos que tiene. De hecho, su sobrenombre es La Capital del Café. Si te tomas el tiempo de hacer un desvío de menos de una hora, podrás visitar una de las colonias de indígenas que aún quedan y que se dedican a la producción sostenible de cacao.

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Cascada de Teotonio, Porto Velho.

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Plantación de cacao en Cacoal.

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Lago Cunia.

Y nuestra segunda recomendación es visitar la Reserva Extractiva del lago Cunia, un espacio dedicado a la preservación de la fauna y la flora, la reproducción de la vida de animales acuáticos y la regulación de la población de caimanes de las especies azu y jacaretinga. La reserva también alberga comunidades ribereñas en las que contactar con guías autorizados para la visita. Hasta aquí llegamos en apenas una hora de coche, remontando el río, hasta llegar cerca de su exuberante lago. Para acceder a él hay diferentes caminos y senderos en la margen izquierda del Río Madeira.

Nos despedimos del río Madeira, con Porto Velho al fondo, para adentrarnos en Perú.

Cuzco

Capital histórica del país, capital del departamento de su mismo nombre, capital del antiguo Imperio Inca… Cuzco es una de las ciudades más atractivas del planeta, llena de historia y de lugares que visitar. Hemos llegado tras cruzar el puente sobre el río Acre para internarnos por fin en Perú. Las posibilidades que ofrece Cuzco para el turista parecen no tener fin, pero en nuestra aventura sólo es una parada más, así que tenemos que centrarnos en eso que hay que hacer al menos una vez en la vida: subir al Machu Picchu. Bien descansado y comido, llegar desde Cuzco te va a llevar algo más de tres horas, tiempo que no se puede emplear mejor, porque el Machu Picchu es una obra de arte, una cumbre arquitectónica, una maravilla de ingeniería y un lugar mágico.

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El puente sobre el río Acre: adiós, Brasil; hola, Perú.

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Vista aérea del Valle Sagrado desde un helicóptero.

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El Machu Picchu en todo su esplendor.

Te recomendamos que planifiques la visita previamente, porque el acceso está restringido a un máximo de visitantes por día dado su carácter de reserva nacional y que es particularmente sensible a las muchedumbres. Ahora, si te lo quieres permitir, puedes ir en helicóptero desde el propio Cuzco y aprovechar para ver desde el aire el Valle Sagrado. Una vez en el Machu Picchu, verás que la parte visitable se divide en dos: la zona agrícola al sur y la zona residencial y ceremonial, donde contemplarás el Templo del Sol, la Residencia Real, la Plaza Sagrada, la piedra Intihuatana y otras maravillas de este Patrimonio de la Humanidad desde 1983 que tiene algo más de medio kilómetro de largo.

La temperatura del agua en las playas de Lima nos lo indica: hemos llegado al Pacífico.

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