La Ciudad Maravillosa

Patrimonio Mundial

Río de Janeiro, capital del estado de mismo nombre y capital brasileña hasta 1960, es Patrimonio Mundial según la UNESCO. Eso lo explica todo una ciudad inabarcable, cambiante, tan moderna como tradicional y con la mayor selva urbana del mundo. Resulta tan exuberante que parece que la naturaleza está en constante lucha con la ciudad para recuperar lo que un día fue suyo. Con unos 6’5 millones de habitantes, es la segunda ciudad más poblada de Brasil y su primer atractivo turístico. Porque hay cosas que visitar sí o sí, empezando por sus playas.

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Ipanema y Copacabana

Para ver y dejarse ver, no hay en el mundo lugares como Ipanema y Copacabana, convertidos ya en tópicos y aún de una belleza irresistible. Inmortalizada por Tom Jobim y Vinicius de Morais (que a su vez dan nombre a las mascotas de los Juegos Olímpicos que comienzan este 5 de agosto), los dos kilómetros de arena de Ipanema, al sur de la ciudad, se dividen en postos (puestos de vigilancia), cada uno con sus habituales y su propia personalidad. La playa se extiende entre el canal Jardim de Alah, límite con la playa de Leblón y la playa de Arpoador, que marca el límite con la playa de Copacabana, la más famosa de Río si es que no lo es del mundo entero. La imagen de su paseo, conocido como la Orla de Copacabana, obra del arquitecto y paisajista brasileño Roberto Burle Marx, ya es parte de ese patrimonio mundial. En la zona proliferan los hoteles, locales nocturnos y restaurantes más famosos y concurridos. Como Ipanema, en sus diferentes postos encontramos ambientes bien distintos.

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Cristo del Corcovado

El Cristo Redentor, también conocido como el Cristo del Corcovado, es la escultura art decó más famosa del mundo y, desde el 2007, una de las Siete Maravillas del Mundo Moderno. Sus medidas son colosales: 30 metros de altura y  1.200 toneladas sobre un pedestal de 8 metros de alto, justo en la cima del Cerro del Corcovado, a 710 metros sobre el nivel del mar, dentro del Parque Nacional de Tijuca. Es posible verlo casi desde cualquier parte de la ciudad, y aunque se ha convertido en un tópico, es uno que sigue valiendo la pena. Lo mejor es intentar subir cuando la previsión del tiempo promete un día despejado. A primera hora de la mañana es cuando menos visitantes hay y se pueden conseguir mejores fotografías. Los trabajos de construcción de esta gigantesca escultura hecha en hormigón armado duraron 5 años, hasta ser inaugurado el 12 de octubre de 1931.

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Pan de Azúcar

Es un pico monolítico de granito, prácticamente sin vegetación, que se alza directamente sobre el mar como parte de una península que se adentra en el Océano Atlántico, en el carioca barrio de Urca. Desde su cima, a 396 metros de altura, se tienen vistas privilegiadas de Río de Janeiro y la Bahía de Guanabara inmortalizada por Caetano Veloso. Su conocido bondinho (teleférico), se remonta a 1912, cuando se inauguró el primer tramo del teleférico que une Praia Vermelha con el morro de Urca, convirtiéndose en el primer teleférico brasileño y el tercero en todo el mundo y situando a Río de Janeiro como un foco de atracción turística internacional. La idea fue del ingeniero brasileño Augusto Ferreira Ramos, quien dio inicio a las obras en 1910. Dos años más tarde, el 27 de octubre de 1912, las primeras 577 personas pudieron subir a la cima del morro de Urca en un teleférico de madera con capacidad para sólo 17 pasajeros, que cubría los 528 metros de extensión y 228 metros de altura, en aproximadamente 6 minutos.

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¿Y si el plan alternativo es aún mejor?

Vamos a ponernos en el peor de los casos: usted está en Río de Janeiro este verano, ya ha visto los must, como los que ya hemos comentado y la confitería Colombo más algún espectáculo de la maravillosa escena carioca, pero realmente no le interesan los Juegos Olímpicos que se están celebrando desde el 5 de agosto. La ciudad se está llenando de visitantes y quiere un plan alternativo, una escapada a algún sitio cercano, hermoso, lujoso pero no prohibitivo… digamos que lo que busca es exactamente ese escondite que conocen los cariocas en su turismo interno. Aquí lo tenemos: lo que usted quiere es conocer Ilha Grande, un lugar absolutamente inolvidable Llegar es fácil: es una pequeña isla justo junto a la frontera de los estados de Río de Janeiro y Sao Paulo. No tiene más que ir hacia el sur. Puede gestionarlo todo en cualquier agencia de viajes o puede simplemente montarse en un autocar que le lleve hasta Angras dos Reis (imagen de abajo), de donde sale el ferry hacia la isla, población que está apenas a 150 kilómetros de la Villa Olímpica.

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¡Pero no tenga prisa! Ya que ha llegado hasta aquí, antes de subirse al ferry merece la pena que se acerque a Paraty, un maravilloso vergel, un paraíso y… casi más importante: un productor de cachaça como no hay otro. Aquí podrá disfrutar del mejor licor de Brasil, ese del que se hacen las caipirinhas, pero que en Paraty encontrará envejecido, perfumado, aromatizado… Un lujo entre lujos.

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El resto es fácil: sólo le queda disfrutar, alquilar lanchas o apuntarse a las excursiones que, haciendo cabotaje, recorren la isla de playa en playa o, si se siente con ganas, atravesar la isla andando (aunque se llame Isla Grande, no lo es, puede tardar hora y media en llegar desde su pensión a la playa más lejana).

Cuando muy a su pesar tenga que regresar y alguien le despida con un clásico volte sempre, usted pensará que sí, que por supuesto que piensa volver…

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